Por Jorge de Arco
En el año 2009, Cristina Peri Rossi (1941) daba a la luz“Playsation”, poemario con el que obtuvo el premio Loewe. Aquelvolumen, “exploraba la soledad urbana, el anecdotario irónico de lavida de una escritora que contraponía la poesía a la realidad de suescasa presencia en lo cotidiano. Cada poema era una peripeciaautobiográfica”.Cinco años después, la escritora uruguaya publica “La noche y suartificio” (Cálamo. Palencia, 2014), un hondo y encendido cántico deamor, soledad y miedo.
Al hilo de su anterior volumen citado, referí que su cántico se sumergía en un ámbito del que sobresalía una veta plena de humanismo; sus poemas se articulaban frente a territorios y personajes muy próximos al yo lírico, lo que devenía en un mensaje de comprometida sencillez. Traigo hasta aquí unos versos que decían de su personal manera de afrontar la aventura de la existencia, su pretérito y su mañana: “Yo me quedo con vivir/ y aún con difícil remedio/ me acojo en este deseo:/ luz azul que resucita”.
En este íntimo y confesional viaje, Peri Rossi se sumerge bajolos pliegues de su propia piel y da voz a un yo poético que declarasin tapujos su condición más humana y más mortal. Envuelto en elromántico simbolismo que otorga la noche, su verso se acerca a losnaufragios, a las huidas, a las pérdidas, a las conquistas, a losfracasos, a las victorias…, que ha ido cosechando su corazón. Perono sólo desde el lado más emocional que comporta su amatoriolatir, sino desde la conciencia dulceamarga que conceden losexcesos y renuncias del alma enamorada.Apoyada en ese complejo, pero efectivo equilibrio, su decir respiraajeno a nebulosas lingüísticas y ofrece una notable nitidezexpresiva: “Este amor será escrito/ con tinta de tiburón/ de losocéanos/ para que el virus del olvido/ no borre sus letras/ no borresus cifras/ y la mala memoria/ no lo corroa como la carcoma”.
Entre los distintos poemas que integran este apasionadovolumen, destacan aquellos en los que la autora hispanoamericanaapuesta por un lenguaje de delicada esencialidad, de luminosorealismo. Si bien sus versos oscilan entre la sólida ensoñación y elembriagado fulgor, se agradece cierto remanso verbal que, a suvez, genera instantes plenos de lirismo: “Viviré más allá de misaños/ en tu memoria de mujer nocturna/ que mira desde el lecho/ laventana por donde una ciudad como un cuadro/ de Richard Estesenciende y apaga sus luces (…) Viviré más allá de mis años/ en tumemoria/ de mujer que al amarme se ama en mi amor/ y recordarásel edredón de plumas/ con el que cubrías tu desnudez/ y la botellade agua que se caía en medio de los besos”.
En éste árbol de femeninas ramas, en el que Cristina Peri Rossiva colgando sus textos, hay espacio también para la denuncia (“Hecontemplado con pavor el Gran Espectáculo del Mundo/ Hitler StalinMao, Franco, Somoza, Stroessner, Videla…”), para el recuerdo dela mujeres de Ciudad Juárez (“deshechas, reventadas, violadas”),para la elegía fraternal (“Ahora que has muerto/ sé que soyvulnerable/ más aún que cuando amo”), para la acordanza decuánto fue materia amante e inolvidable (“Me gustaba hacer el amorcontigo/ a veces/ es verdad llegaba al éxtasis …/… Solía decirentonces/ que estaba en el paraíso”).
Un poemario, en suma, de sinceras hechuras, vertebrado sobreun lenguaje directo y afilado, y valiente por cuanto de riesgocomporta la autenticidad de su discurso, que confirma una vozpoética diferente y rotunda: “Ninguna vanidad en la poesía,/ en lahumildad de un cántaro de agua fresca,/ en la cascada que caeentre verdores vegetales …/… Ninguna vanidad en ordenarpalabras/ como las teclas de un piano antiguo”.