
Las Fallas surgen por una
antigua costumbre de los carpinteros. A la llegada de la primavera, la noche
del 19, quemaban frente a sus talleres las piezas de madera (parots) que usaban
para elevar los candiles que les acompañarían durante el invierno. Esta forma
de representar parte de la vida cotidiana y festiva con el fuego, es algo que
bien conocen los pueblos mediterráneos.
En el caso de las Fallas este fuego purificador
de trastos viejos y harapos, humanizaron a los “parots” hasta convertirlos en
“ninots”. El humor de los valencianos pronto otorgó a esos ninots el sentido
crítico e irónico que mantienen en la actualidad.
A día de hoy, las Fallas atraen a personas de
todo el mundo porque las fiestas falleras son además de la diversión los
espectáculos pirotécnicos, ya que desde que la pólvora y pirotecnia llegaran
con los musulmanes, estas siempre han estado ligadas a las festividades del
pueblo valenciano. La espectacularidad y la ironía se dan la mano y aunque no
se conozcan los personajes, la alegría y la fascinación por un pasado
convertido en fiesta, está servida. Muchos son los que vuelven año tras año a
esta festividad para pasar varios días, hasta que llegue la “cremá”. Reconocidas
como fiesta de Interés Turístico Internacional, en el 2016 la Unesco las
inscribió en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad. También se les conoce como “fiestas josefinas o festes de Sant Josep
“(en valenciano), ya que se celebran en honor de San José, patrón de los
carpinteros.

Pero lo que sorprende es como se vive y como lo expresa, quien nació o se ha asentado en estas tierras llenas de magia al llegar la primavera. El sentimiento que plasma en estas reflexiones la escritora y traductora Mercedes Campos, que vive en Valencia, nos invita adentrarnos una vez más, en esta cita anual desbordante de color y euforia cada 19 de marzo.
Que se lo
lleve el fuego
Cuéntame una historia, un cuento de brujas y
dragones, de príncipes y hadas. Cuéntame de esos amores que nacieron del cariño
y murieron en la hoguera de la vida.
Eso son las fallas: amor a la creación, trabajo
constante, belleza efímera, fuego.
¿Para qué trabajar tanto? ¿Para qué ese esfuerzo?
¿Para que las llamas se lo lleven en un instante?
Y pienso… ¿Cuánto has creado? ¿Cuánto de eso
aún existe?
Quédate con la pasión, con tu creación, con el
amor que diste y sentiste.
Lo demás… échalo a la hoguera, que se lo lleve
el fuego.
