Por Jorge de Arco
Con el titulo de “Tiempo de exilio” (Betania. Madrid, diciembre, 2016), ve la luz una atractiva antología de Felipe Lázaro.
Este cubano, nacido en Güines en 1948, abandonó su isla en 1960 y tras residir hasta 1967 en Puerto Rico, llegó a España, donde se licenció en Ciencias Políticas y Sociología, participó en múltiples actividades como promotor cultural y fundó la editorial Betania, que actualmente dirige.
Esta florilegio, que abarca cuarenta años de creación poética (1974 – 2014) -y amplía la que se editase trece años atrás, “Fecha de caducidad -1974 -2004”-, contiene un anexo, que recoge 16 poemas publicados en revistas, compilaciones o libros dedicados a otros autores, bajo el epígrafe de “Tiempo de exilio”
El resto del conjunto reúne textos integrados en los otros cinco volúmenes publicados por Felipe Lázaro hasta la fecha: “Despedida del asombro” (1974), “Las aguas” (1979), “Diritambos amorosos” (1981), “Los muertos están cada día más indóciles” (1987) y “Un sueño muy ebrio sobre la arena” (2003)
Su condición de exiliado ha marcado en buena medida la identidad lírica de Felipe Lázaro:
Todo exiliado es un sobreviviente
que rescata del naufragio la patria
convirtiéndola en su única balsa,…
escribe en el poema “Fecha de caducidad”.
En el prefacio a esta renovada edición, Francis Sánchez ahonda en las claves líricas del vate cubano. Además de la ya anotada temática del exilio, advierte de que su poesía va refrenando los sentimientos dramáticos” y se inclina hacia tonos de aliento festivo, irónico”, donde surge “la búsqueda de la felicidad sin el plomo de la política”. Los textos de trama amatoria constituirían el tercer apartado de su tipología argumental.
La relectura de estos textos me ha devuelto el son acompasado, revelador y valiente de un poeta que apuesta por llamar a las cosas por su nombre, y que batalla, por igual, en pro de la justicia y de la integración, de la felicidad y la esperanza:
Al final, somos como líneas paralelas,
la nada más temática y plural:
intentar siempre un exilio que nunca termine.
Los versos del vate cubano se suceden y se crecen con la necesaria hondura que la poesía necesita, con el latido veraz que haga removerse y conmoverse al lector:
Tan fría es la ausencia
que hasta el silencio
se hiela.
Al decir de Felipe Lázaro, se une otro aspecto relevante: la nostalgia, la cual agrandándose al par del tiempo vívido y vivido y que torna ansiedad la memoria. Y hay espacio, también, para la existencia, para el olvido, para el dolor, para la ternura, para el deseo…:
Eres mar y eres tierra a la vez:
mujer poblada de la más estricta belleza.
Eres una larga y pausada sonrisa
una tierna mirada sedienta de placer.
(…)
Y aún así seremos lo que quisimos ser:
amor y algo más que amor,
sexo y algo más que sexo, hueco o relleno,
furia o abismo.
Felipe Lázaro ha ido ha ido trascendiendo su voz, madurando su cantico, y esa depuración verbal ha derivado en un verso de mayor rotundidad, de sonora dicción. Todo ello, resulta aún más palpable, cuando el poeta afronta el tema de la mortal existencia, cuya sombra sobrevuela con intensidad esta antología: “La muerte espera apacible su mejor hora (…) como una gata en celo aúlla su vaticinio,/ me cerca las cejas hasta poblarlas de espanto,/ cerciorándose de que no escape a sus llamadas”.
Al cabo, una antología enriquecedora e ininterrumpida, gratamente humana, dadora de verdades y de enigmas.