Por Jorge de Arco
Bajo el título de “Nortes” (Norbanova. Madrid, 2016), se edita el tercer poemario de Antonio Linares Familiar. Este salmantino (Peñaranda de Bracamonte, 1962) afincado en Madrid, lleva años alternando su labor docente con su actividad lírica y traductora.
En 2011, veía la luz “El perfil de la torre”. En esta entrega, Antonio Linares apoyaba su contemplación sobre un tiempo distinto y renovador, y sus ojos se detenían en los perfiles y las luces de una Naturaleza fraternal y sanadora:
La mirada se torna familiar
ante el diálogo de las piedras;
los días caen entre los surcos
arados con sal de lagrimas
bajo un sol en agonía,
mientras, ajeno a mi caminar,
busco una flor azul.
Ahora, en “Nortes”, la “flor” sobre el que pinta su cotidianeidad, se va plagando de incertidumbres, de ausencias, de aguaceros, de nombres, de soledades, de insomnios… que susurran junto al corazón la llama del tiempo inexorable.
La memoria se derrama y se recuesta en los silencios que sirven de reflexión a un yo poético esperanzado si descreído:
Miro hacia donde no estoy
y descubro una figura
perdida en la esquina de la edad:
con una señal me indica
trazos de mi sombra y
con una brisa del norte
los arrastra hacia una escalera de caracol
y nos reúne a la mesa
par diluirnos en este momento.
En el decir del vate salmantino se funden elementos de indudable interés: un personal simbolismo, una íntima reflexión sobre el ceremonial de la existencia y una visión realista y, en cierta medida, descarnada, sobre la finitud del ser humano. Elementos, al cabo, que se conjugan de manera solidaria bajo una luz común y reveladora.
Dividido en cuatro apartados, “Norte de lugares y memorias”, “Norte de las convicciones”, “Norte de los silencios” y “Norte de la (in)con(s)ciencia”, el volumen va trazando un mapa de andanzas y remembranzas, de soles y lunas, de pavesas y llamas.., que sostienen las pretéritas y las vigentes vivencias que conforman el día a día del poeta:
Aquí ahora, asumo los requisitos de estar vivo.
Injerto mi alma en su cauce,
disuelvo los miedos en la esperanza
para que mis cenizas en alguna mirada
sean viento, lluvia, árbol, o una lágrima.
Después de leer -y releer- los versos de Antonio Linares, he recordado, al poeta suizo Hans Grapp, quien dejara escrito en su libro “Monólogos del tiempo”: “Mi Norte no tiene fronteras./ Mi Norte es una herida,/ una palabra huérfana./ Mi Norte es el rincón de mis anhelos”.
Los anhelos, sí, las inquietudes, las preguntas, que van surgiendo al hilo de estas paginas, conforman el universo almado de un escritor de palabra viva y verdadera, honda y desnuda, que pugna por salir ileso de la desigual batalla contra la vida:
Escucha a las urracas,
graznan mis pecados
más allá de esta copa
que se vierte sobre mi tumba.